Antes de entrar en Dridam verás unas murallas grises, y por encima de ellas torres que acarician el azul del cielo. Al llegar a su periferia, las murallas desaparecen dejando a la vista del viajero calles anchas que acaban en rotondas, flanqueadas por altos edificios de corte futurista y a sus pies parques; donde sus habitantes paran a comer el almuerzo, los jubilados pasean y los niños juegan en los columpios.
Todo parece normal, hasta que por los rincones menos visibles se descubren personas enfermas; durmiendo en los bancos de los parques, bajo las marquesinas de tiendas cerradas por cese de negocio; en los túneles construidos para transportar a sus habitantes de un lugar otro, hacinados en artefactos mecánicos. Sombras de lo que fueron un día y que pisan las prisas de los demás.
Las calles parecen limpias, pero están llenas de máquinas sucias que recogen la corrupción desbordante que germina entre cemento y asfalto. Al caminar entre sus habitantes descubres gestos tensos, rabia contenida, miradas cargadas de balas vengativas.
Pasados unos días si te miras al espejo, verás un rostro triste, desconocido; de náufrago ahogándose en mitad de un mar de gentes igual que tu.
Decides poner fin a la estancia en Dridam; pero frenas la salida bruscamente. Ves parques floridos. Ves que los pétalos de las rosas, azucenas, tulipanes, begonias, violetas son billetes de curso legal y los girasoles cargados de monedas. Si vas a coger una rosa, recibirás una descarga eléctrica en el brazo, propinada por la porra de un vigilante oculto.
Si pruebas suerte en otros parques; sufrirás la misma suerte. En Dridam no se ve a los agentes de seguridad, pero cuando haces algo que no debes hacer; tendrás un castigo. Los parques y jardines son inmensos almacenes de dinero en flor, que la gente tiene al alcance de la mano, pero que nunca será suyo.
El olor de la ciudad apesta a pétalos de papel, a variedad de corrupción en formas y tamaños. Todo apesta; hasta los ramos de flores de colores que regala el enamorado a su amada.
Es muy fácil entrar, pero muy difícil salir; por el ruido atronador de sus máquinas que atrofian los sentidos.
Si consigues alejarte de ella volverás a ver el muro invisible, gris, oscuro, de la corrupción que rodea la ciudad. Un muro que no deja entrar el aire limpio con olor a campo y mar, que traen los vientos alisios de los trópicos; dejando varadas en un desierto sin sueños ni esperanzas, las vidas de las hormigas en Dridam.
Y yo me pregunto como podrían escapar las hormigas de su propio destino si no se paran ni siquiera un poquito a pensar,¿qué hacer para dejar atrás otro tiempo y hacia donde dirigirse..?
ResponderEliminarBesos desde un lugar oscuro un viernes al Sol
Cómo escapar si estás siempre rodeado, cómo salvarse si te condenan una y otra vez... fuera y dentro ¿ qué mal será ese que no desiste ?? malos tiempos compañero...
ResponderEliminarBesos tristes de oscuros presagios
Parecida a esa valla...es la que muchas veces veo que rodea mi vida...
ResponderEliminarbonito post...pero triste...reflexivo...
un abrazo santa