Cuida tus Pensamientos porque se volverán Palabras.

Cuida tus Palabras porque se volverán Actos.

Cuida tus Actos porque se harán Costumbre.

Cuida tus Costumbres porque forjarán tu Carácter.

Cuida tu Carácter porque formará tu destino

Y tu Destino será tu vida...

_____________________________Mahatma Gandhi (1969-1948)

18/7/13

Valoramos la Vida..?




Hola,

             Vuelvo con este vídeo que me ha hecho pensar mucho...
Sobre todo en lo poco que valoramos la salud. En el tiempo que perdemos mirándo el agujero de nuestro ombligo... mientras hay personas intentando salir de precipicios en los que te mete la vida.

              En personas que se suicidan y en lo cargados que vamos, a veces, con las bolsas de las rebajas...

Nada... espero que este vídeo bata records de reproducciones en nuestra cabeza...


6/3/13

Tu abuelo y yo

(Casa de Campo jun-1970)

Tu abuelo Bautista era viudo antes de conocer a tu abuela Paquita. Se casaron al poco tiempo de encontrarse porque se les acababa el tiempo de ser padres. La abuela tuvo varios abortos y en el límite del tiempo añadido dio a luz a su único hijo con treinta y nueve años.
El abuelo trabajó de camarero toda su vida. Le gustaban mucho los niños, aunque la paciencia se le acababa pronto cuando me sentaba en sus rodillas y se empeñaba en que leyese se corrido la cartilla de parvulitos.
Otra cosa era cuando me llevaba a ver entrenar al Rayo Vallecano en su campo de arena. Jugábamos con una pelota de plástico justo al lado del campo de fútbol. Allí nos pasamos tardes enteras corriendo detrás de la bola.
En navidad los reyes me trajeron un caballo de ruedas y galopaba subido en él, mientras el abuelo tiraba de él con una cuerda. Luego cogía de un brazado al caballo y de otro a mí y nos subíamos a comer la tortilla que hacía la abuela.
Cuando estaba con tu abuelo me sentía seguro, era más alto que la mayoría de los padres de los demás niños del colegio de La Milagrosa y siempre que me cansaba me subía a hombros. Desde allí dominaba mi pequeño mundo creyéndome rey.
Una vez volviendo del cole con cuatro años, me solté de su mano. Corriendo pisé unas tablas de madera y me clavé en la planta de un pie los clavos que sobresalían de ellas, recuerdo que lloré de dolor mientras el abuelo me cogió en brazos y me llevó a la casa de socorro, donde me  hicieron las curas y no sé si me pusieron la anti-tetánica.
Por aquellos años de mil novecientos sesenta y nueve, había muchas anginas y tras ponerme unas buenas inyecciones de penicilina que dolían un montón; el médico decidió extirpar las anginas, cosa bastante común…en esos años.
Así que una mañana de primavera me vi en la cola del centro de especialidades Vicente Soldevilla rodeado de niños llorando a la espera de pasar por las tenazas del cirujano o lo que fuera.
Era tal el caos: los papás por un lado, los niños y médicos por otro; que cuando terminaron conmigo preguntaron “De quien es esta niña…” -Qué panda de inútiles- menos mal que tus abuelos estaban atentos y al rato me recogieron –eso sí, todo ensangrentado claro- y me pasé una semana hartándome de helados – cosa que tenía prohibida antes de la operación- y con los mimos de los  abuelos y vecinos que venían a casa a ver al niño.

Una tarde al salir del cole, no había nadie conocido esperándome. Veía salir a todos con sus mamás de camino a casa y yo me quedé solo. Me entró una angustia vital que nunca se me olvidará, lloré como una magdalena, hasta que se acercó una mamá que había recogido a sus hijas y me preguntó que me pasaba; me consoló y me dijo que ella se quedaría conmigo hasta que viniese alguien a por mí. Yo no deje de llorar hasta que apareció la abuela al cabo de veinte minutos.
No pude coincidir mucho con el abuelo, por sus horarios  tan distintos a los de un niño de cuatro años. Lo que sí es cierto es que lo pasé muy bien con él.
En el verano nos íbamos a la casa de la abuela a 21Km de Lugo, allí tengo el recuerdo de ir una mañana a la caza de caracoles con el abuelo. Volvíamos con un par de cubos llenos y tras varios días de ayuno y limpieza acababan siendo cocinados por el abuelo con pimentón y cachelos.
Otra tarde íbamos a volver la hierba recién cortada para que se secase, yo me puse a beber agua de una cantimplora que me dio el abuelo. Bebí tanto que luego vomité todo.
El viaje en tren expreso duraba doce horas salíamos de Madrid a las ocho y llegábamos a Lugo a las ocho de la mañana - o más – según no sé que variables.                                     
La foto de arriba es la última que salimos los dos. Estamos en la Casa de Campo, lugar al que íbamos con cierta frecuencia a pasar el día. Llevábamos la tortilla en tarteras y el vino en la bota de cuero.
Los pinos recién plantados fueron testigos mudos del sueño hecho realidad a los cincuenta y cuatro años de un hombre tranquilo llamado Bautista y un niño de cuatro que nunca olvidó los buenos momentos vividos con su padre.

15/2/13

Ole mi niña..!


Esta es la juventud de España.

24/1/13

El Rap de las verdades


Se puede decir más alto, pero no más claro...

22/1/13

Te dejas ayudar?



Es verdad que las sonrisas también están en crisis... Será por tener de todo?

"No es necesario apresurarse. No es necesario brillar.
No es necesario ser nadie más que uno mismo"

Virginia Woolf (Londres 1882-1941) Novelista y Ensayista británica

Otoño en la ventana

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de la casa de mis abuelos

No a la Valla, todos somos migrantes

ADN online

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Artículos de Ángela Becerra